Luis Iglesias Pérez.
Alternativa Republicana
Esta suma de regiones con forma administrativa de comunidad autónoma hoy denominada Castilla y León, parida fruto de la errática transición del 78, conmemora hoy, 99 lustros después y con más pena que gloria –sumada a un desigual entusiasmo territorial– el triste destino sufrido por los capitanes Comuneros y la soldadesca que les acompañaba. Alzados contra la autoridad de El Emperador, que consideraban justificadamente injusta y abusiva, fueron aplastados militarmente primero y ajusticiados después sin conseguir materializar sus reivindicaciones.
La Junta Santa, constituida en Ávila como órgano de gobierno comunero, exigía que las cortes tuvieran capacidad de limitar poder y poner coto a las injerencias de Carlos I a través de la denominada como Ley Perpetua o Constitución de Ávila de 1520,lo queen palabras de Azaña ante las cortes republicanas fue “la primera percepción de un concepto de libertades del Estado moderno”.
Aquel desafío confluyó con los levantamientos antiseñoriales de varios municipios que se sumarían a la causa comunera, iniciándose en Dueñas con la expulsión fuera de sus murallas de los Condes de Buendía y sirviendo de aviso para el resto de la aristocracia. Además el monarca veía como el conflicto castellano se sumaba a la rebelión de Las Germanías que tenía lugar en los reinos de Valencia y Mallorca.
Así, en la lluviosa jornada del 23 de abril de 1521 se llegó al lance de Villalar, donde las tropas de Carlos I masacraron a los Comuneros, descabezaron a sus líderes y con ellos abatieron la revuelta, quedando sentenciada la suerte la Junta Santa y su proyecto. Las aspiraciones de estas mujeres y hombres, Quijotes que se anticiparon a Cervantes y a su momento, fueron frustradas a manos del Imperio que más poder acumuló en su tiempo.
Los nobles se cobraron su adhesión a los intereses de la Corona con una consolidación de su posición privilegiada respecto a las gentes comunes. Tuvieron que ser generaciones posteriores y muchas otras disputas – no necesariamente bélicas – las que consiguieran abolir esa injusticia que eran los señoríos, ya en el siglo XIX; igual que se aboliría la esclavitud, igual que se eliminaron los gremios, igual que se consiguió tumbar la exclusión de la mujer de las participación democrática y tantas otras injusticias que se han ido corrigiendo tras sucesivas conquistas; si bien son muchas otras las que perduran: perviven y se acrecientan los desequilibrios económicos entre las personas, aún sobrevive – de hecho, aspira a perpetuarse – la monarquía, todavía existen desigualdades hirientes entre mujeres y hombres en lo laboral y en lo económico, y más.
Asomándonos a un futuro incierto
A los obstáculos heredados, destacando la desigualdad que a día de hoy sigue creciendo desbocada y las altas tasas de desempleo, acompañada por la nula capacidad de generar puestos de trabajo debido a la gran ausencia de industria, hay que sumar aquellos problemas de los que hemos tomado consciencia durante estas últimas décadas.
La despoblación golpea con fuerza y sigue avanzando galopante de la mano con el envejecimiento. Solo en la provincia de Salamanca casi el 90% de los municipios pierde población en estos últimos diez años con varios municipios que han perdido la mitad o más de sus habitantes. Comarcas enteras contemplan con pavor su futuro, sin alternativas para los jóvenes, con enormes dificultades para sostener movimientos sociales de protesta ante las presiones de los más poderosos y golpeadas por las dificultades para satisfacer sus necesidades en aspectos tan básicos como sanidad y educación.
Esto también tiene su eco en el patrimonio cultural, donde en los últimos años se han sumado cantidad de bienes en peligro debido a la desidia institucional y el abandono. Esto afecta tanto al patrimonio material como al inmaterial, con el leonés languideciendo allá donde aún se sigue hablando.
Tenemos –padecemos– un sistema de ordenación territorial vetusto y anclado en el siglo XIX, estructurado en diputaciones, que no responden eficazmente a las necesidades de los municipios y que se ha convertido en una herramienta caciquil desde la que pagar favores y castigar disidencias de manera discrecional.
Seguimos viendo cómo una política de infraestructuras, megalómana y orientada al pelotazo, prioriza la alta velocidad frente a servicios de cercanías eficientes y sostenibles y frente una línea de la Vía de la Plata que lleva décadas clausurada. O vemos también cómo se han dedicado enormes recursos a Palacios de Congresos que permanecen infrautilizados mientras que las universidades públicas ven su futuro amenazados por los problemas económicos y los cambios en el sistema educativo.
Desde más allá de los límites de este territorio también se dibuja inquietante la amenaza del TTIP, que supondría una catástrofe sin precedentes para la actividad económica y los servicios sociales que a día de hoy sobreviven tras ocho años de crisis.
Sumar para crecer: construyendo una alternativa
En el 2016, donde las desavenencias y disputas entre gobernantes y gobernados ya no se dirimen en las campas haciendo valer la supremacía del arma de caballería o de otras tropascualesquiera, cuando se plantean conflictos de intereses con las capas más poderosas de la sociedad seguimos viendo cómo en muchas ocasiones, igual que la época de los Comuneros, los intereses de unos pocos siguen siendo prioritarios sobre las reclamaciones de la mayoría, que siguen siendo subsidiarias y van a remolque de las anteriores.
Cabe decir que en estos tiempos, teniendo a nuestro alcance las herramientas democráticas para revertir la situación, en demasiadas ocasiones no se ha hecho uso de ellas para alcanzar unos mínimos objetivos. Y la cuestión es que ninguno de los problemas antes mencionados podrán abordarse desde una fuerza que mire por luchar contra las desigualdades, por la calidad del empleo, por la efectiva democratización de las instituciones o por la protección ambiental sin estar presentes en las instituciones y siendo decisivos en la toma de decisiones.
Hay noticias que han sido un canto de esperanza en un territorio acostumbrado a ver cómo se sucedían generaciones de políticos conservadores en el poder, continuistas de las políticas erráticas y de espaldas al interés general que nos han llevado hasta aquí. Muchos hemos visto con alegría que las opciones conservadoras hayan sido desalojadas de los gobiernos municipales de ciudades como Valladolid o Zamora por los que apuestan por empoderar al conjunto de la población, así como la entrada de fuerzas alternativas en ayuntamientos de Salamanca, Burgos o Palencia, contemplando esto como un tormento los afines a las viejas fuerzas tradicionales.
Esto obliga a quien no lo haya hecho antes, a analizar la situación presente y las circunstancias que las rodean para trazar una estrategia que no solo permita consolidar esos logros sino que nos lleve a avanzar a las fuerzas del cambio en otros espacios institucionales: se ha conseguido colocar la alternativa en ayuntamientos importantes, pero es necesario extenderla a más municipios y al ámbito provincial; a día de hoy no se está en posición de ser una alternativa de gobierno a nivel autonómico; todavía se está lejos de dar una fuerza significativa en Congreso y Senado a las fuerzas transformadoras de esta autonomía. Desde luego que se puede conseguir, pero no sin antes dotarnos de las herramientas políticas adecuadas para estar en condiciones de hacerlo.
A la vista de los resultados electorales de los comicios de 2015 tanto en Castilla y León como en otras circunscripciones, sin menoscabo de que puntualmente otras vías hayan cosechado cierto éxito, se hace necesario poner sobre la mesa que la vía más firme, que ofrece resultados más fructíferos y nos permitiría disputarle la hegemonía a las fuerzas conservadoras es la vía que pasa por las candidaturas de confluencia amplia e integradora, las que aúnan movimientos sociales y partidos políticos alternativos y de izquierdas, recogiendo las experiencias acumuladas de las confluencias a nivel municipal, que ya han supuesto un primer paso para muchos en cuanto a construir un espacio común y de encuentro de las diferentes sensibilidades. No se está diciendo que sea una alternativa sencilla, ni que no vayan a surgir aristas, ni que desaparezcan las diferentes identidades de dichos colectivos. Todos sabemos que habría controversias. Pero no hay una opción mejor para encarar y superar la situación política actual en todos sus niveles.
Hay que mencionar que lanzar la reivindicación identitaria como vehículo desde el que abordar los problemas del territorio en su conjunto –o de alguna de sus partes– es un reclamo que, si bien puede tentar a algunos, no es capaz de satisfacer las prioridades acuciantes para poner remedio a los principales problemas que nos afectan al desviar esfuerzos a otras cuestiones, es más, experiencias recientes demuestran que la construcción de ententes que prioricen reivindicaciones de índole territorial dejando quesean estas las que marquen la agenda, por más que se puedan considerar legitimadas históricamentey que deban afrontarse por cauces democráticos, pueden suponer fácilmente la desactivación de las reivindicaciones de izquierdas y transformadoras en aras del consenso en lo nacional, que acaba abocando a la destrucción de toda posibilidad de articular una alternativa plural y de confluencia en pos de la construcción nacional, mientras se disgregan las fuerzas que se hubieran podido acumularpor no abordar la cuestión desde la preeminencia en la relación de fuerzas con los otros sujetos políticos.
Sin realizar un proceso de acumulación de fuerzas desde las opciones transformadoras, capaz de aunar a quienes se identifiquen con el rojo o el verde, el púrpura o el morado, al que sea republicano o a quien venga de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, del mundo asociativo o de tantas plataformas que buscan construir un mundo mejor desde posiciones afines, no estaremos en condiciones de plantear una opción electoral que constituya una alternativa política viable frente a los gobiernos de la derecha que se han ido sucediendo durante las últimas décadas y, por tanto, seguiremos siendo la fuerza subalterna del territorio, sin influencia a la hora de plantear soluciones o afrontar los retos y problemas que afectan a todas las gentes que vivimos en este territorio dominado por las prácticas caciquiles, envejecido y cada día más despoblado por la falta de interés e incapacidad demostrada a la hora de sacar adelante iniciativas que combatan estos problemas.
Por dónde empezar
Si bien no es una certeza, la posible convocatoria de unas nuevas elecciones generales en fechas próximas abre una nueva ventana de oportunidad para trabar una unión que permita poner a punto un sujeto político que, sin ser una mera generalización de las formas y maneras de una de las partes sobre el conjunto, sume esfuerzos y espacios para multiplicar resultados y crear sinergias entre partidos y movimientos sociales, partiendo del mínimo común divisor a todas las fuerzas transformadoras: poner freno al empobrecimiento causado por la despoblación y combatir las causas la creciente desigualdad en sus múltiples formas, protección de los servicios públicos y el medio ambiente, luchar contra la corrupción y democratizar las instituciones. Así se podrá construir una alternativa política de futuro con capacidad de hacerse oír y tejer alianzas con los homólogos de diferentes territorios para hacer frente también a los retos internacionales que se nos vienen encima. Los ejemplos de Cataluña o Galicia son suficientemente alentadores y fructíferos como para no querer emular lo que allí se ha conseguido.
Dentro de cinco años se conmemorará el quinto centenario de la derrota que arruinó aquellos anhelos Comunerosde vencer las injusticias con las que debieron lidiar. Para cuando se cumplan cien lustros de la fecha en que los Comuneros fueron doblegados está en nuestras manos que hayamos sido capaces de cristalizar esa herramienta, ese sujeto político amplio que sea locomotora del cambio acogiendo los diversos rostros con las que se expresan la izquierda y las opciones políticas transformadoras, que conecte movimientos sociales con instituciones, que nos permita responder a las necesidades de las gentes de este territorio y plantar cara a las injusticias de nuestra época. A ello debemos emplazarnos todos.
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